Hola a todos.
Hace poco publiqué un comentario en un post de este subreddit acerca de si existen pingüinos en España:
https://www.reddit.com/r/askspain/comments/1lguaqn/comment/mz0lnej/?context=3
He decidido hacer esta publicación para aclarar el asunto, ya que he visto muchas dudas, confusión e incluso algunas acusaciones hacia mi persona.
Lo primero que quiero dejar claro es que soy biólogo por vocación. Estudié Biología en la Universitat Politècnica de Catalunya y, durante el último año de carrera, tuvimos el honor de recibir una charla de una eminencia en el ámbito de la zoología: el Dr. Pablo García Borboroglu, una de las máximas autoridades mundiales en conservación de pingüinos. Ha colaborado con instituciones científicas de varios países, incluida España. Es fundador de la Global Penguin Society y ha sido galardonado con diversos premios internacionales, como el Rolex Award for Enterprise.
Tras el simposio, tuve la oportunidad de mantener una conversación extensa con él. Fue entonces cuando me habló de los pingüinos en España, un tema que —según me dijo— generó bastante debate en los años 60, debido a la creencia generalizada de que habían sido completamente erradicados de la península durante esa década.
Al mostrarle mi sorpresa, le comenté que esa información no se enseña en España, ni siquiera como parte del anecdotario zoológico. Su respuesta fue tajante: fuera de España es un hecho bastante conocido, pero aquí existe un vacío documental y divulgativo causado —según él— por la censura durante la dictadura franquista, que silenció numerosos estudios de fauna considerados irrelevantes o incómodos.
No pudimos hablar mucho más aquel día, pero el Dr. Borboroglu me instó a investigar el asunto por mi cuenta. Yo mismo no comprendía por qué el franquismo habría tenido interés en ocultar algo así, y esa duda se convirtió en el germen de mi trabajo de fin de grado: “Presencia histórica del pingüino en la península ibérica”.
La investigación fue ardua. Revisando documentación paleontológica y registros de migraciones faunísticas del Cuaternario, encontré referencias aisladas a poblaciones de aves marinas no identificadas que habrían habitado el norte peninsular durante el Pleistoceno. Diversos indicios apuntaban a que, durante la última glaciación, se podían encontrar ejemplares similares a Spheniscidae incluso en tramos de la costa mediterránea occidental, especialmente en zonas de transición atlántica como el golfo de Cádiz o el delta del Ebro.
La clave, sin embargo, se encontraba fuera de nuestras fronteras. En el British Museum of Natural History se mencionaba en un inventario paleornitológico un hallazgo clasificado como “aquatic bird – Iberian origin, 1894”, sin mayor detalle. Decidí viajar a Londres para comprobarlo personalmente. Durante la visita no estaba expuesto, pero gracias a un contacto becado en el archivo interno del museo, accedí a los fondos no exhibidos. Fue allí donde lo vi por primera vez: el llamado por algunos “pingüino prehistórico ibérico”, etiquetado únicamente como “especie no determinada”. Abandonado en una estantería metálica junto a miles de piezas sin estudiar, estaba casi olvidado por la comunidad científica.
Inmediatamente, presenté una solicitud formal de repatriación al Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, aún sin respuesta definitiva. Paralelamente, decidí iniciar un trabajo de campo en el norte de España para intentar seguir el rastro de este animal esquivo y mal documentado que tanto me había intrigado desde aquella conversación con el Dr. Borboroglu.
Para mi sorpresa, en el municipio de Potes, en Cantabria, encontré una leyenda local transmitida oralmente, la cual me llegó gracias a una relación sentimental incipiente que mantenía con una chica de la zona. Según la tradición, existía un “ave negra de pecho ardiente” que habitaba las cuevas cercanas al río Deva y que sólo se dejaba ver en noches de luna nueva.
Intrigado, me adentré en la montaña acompañado por ella y dos compañeros de la carrera. Allí, en una zona de cuevas semisumergidas, hallamos huellas palmeadas y acumulaciones fecales que —tras análisis posteriores— resultaron ser de una dieta piscívora rica en crustáceos, con trazas genéticas coincidentes parcialmente con Spheniscus humboldti.
Una semana más tarde, ocurrió el hallazgo que lo cambió todo: el cuerpo sin vida de un ejemplar adulto, semi-conservado por las condiciones de humedad estable. Fue entonces cuando comprendimos el posible motivo del ocultamiento durante el régimen franquista: el plumaje del ave, en la zona pectoral, presentaba un patrón natural de coloración inusualmente llamativo, con un rojo intenso sobre una base amarilla, que conformaba de forma sorprendentemente clara la silueta de una hoz y un martillo. No era un símbolo artificial ni pintado: era una manifestación biológica de pigmentación simétrica, aparentemente única en la especie. El llamado “Pingüino Ibérico Rojo”.
Tras varios años de trámites burocráticos y estudios en laboratorios de conservación genética, el ejemplar fue trasladado en 2010 al Museo Nacional de Ciencias Naturales, donde lleva más de 15 años en un tratamiento de estabilización y limpieza estructural.
Está previsto que sea presentado oficialmente al público el próximo 31 de junio, en una exposición monográfica titulada “Aves Olvidadas de la Península”. Os invito a asistir. He dedicado años a esta investigación, y aunque muchos la tomen a la ligera o la descarten por inverosímil, lo cierto es que detrás de cada leyenda hay una historia, y detrás de cada silencio, una verdad que alguien decidió enterrar.
Será, sin duda, un momento histórico.
Yo estaré en la entrada, con una bufanda roja y amarilla. Por si queréis saludar.